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Celebrando nuestro español a través de nuestros escritores I – Enrique Laguerre, la novela.

En el mundo literario se le llama generación al grupo de escritores que nacieron y murieron en un mismo periodo. El grupo comparte preocupaciones políticas, sociales, culturales y, sobre todo, artísticas, que también llamamos estéticas. Sus posturas sobre cómo desarrollar la escritura rompe con la generación anterior, es decir, crean una nueva tendencia.

En el caso de la Generación del 30 puertorriqueña, esta se compone de escritores que nacieron alrededor de 1898 a 1910, a partir de la Guerra Hispanoamericana y la invasión estadounidense. Hicieron sus primeros estudios universitarios en la Universidad de Puerto Rico, de cuyo Departamento de Estudios Hispánicos son cercanos o egresados. Durante una década intentaron contestar a través de la literatura las preguntas: ¿Qué somos y cómo somos? sobre la identidad puertorriqueña. La encuesta fue realizada por la Revista Índice en 1929,dirigida por el literato Antonio S. Pedreira (1899-1939). Los trabajos eran publicados en dicha revista; el contenido y el estilo fueron parte de la contestación.

A través de la ficción se denunciaba el ataque a la cultura puertorriqueña, la búsqueda de identidad en las raíces africanas, la afirmación de lo caribeño como crisol de las culturas española, taína y africana, reconocimiento de ser hispanoamericanos, el abuso de las corporaciones azucareras contra los trabajadores, la gran pobreza que predominaba en la población y la equidad político-social de la mujer.

Josefina Rivera (1923-2010), investigadora que estuvo muy cerca de esta generación nos dice en su  importante libro Literatura puertorriqueña, su proceso en el tiempo, que en el caso de la novela, esta se distinguió por ser telúrica. Este concepto parece sofisticado, claro, en parte, pero su definición es muy sencilla. Este quiere decir “sobre la tierra”. Nuestra nueva novela de la década del treinta contesta la pregunta sobre nuestra identidad desarrollándose en torno a los conflictos del campo, pueblos, ciudades y el desarrollo de la sociedad moderna puertorriqueña. Se alejan de la generación anterior creando distancia del estilo narrativo europeo. Se fomenta una estética propia en diálogo con el mundo (441).

Enrique Laguerre

            En el caso del ilustre del que hablaremos hoy, Enrique Laguerre, su biografía refleja las características de los llamados trentistas: nació en 1905 en el pueblo de Moca. Estudió en las escuelas públicas del Oeste; como los autores de su generación se graduó de la Escuela Normal Universidad de Puerto Rico en 1936. Su maestría la culminó en 1941 en el Departamento de Estudios Hispánicos y en la próxima década terminaría su doctorado de la Universidad de Columbia de Nueva York.

            Nuestro autógrafo sobre él revela cuán admirado fue, cuán locuaz en sus críticas escritas, cuán destacado en su longeva vida. Te invitamos a verlo https://autografo.tv/enrique-laguerre/. Incursionó con grandes quilates en el ensayo, la escritura de cuentos, el periodismo, el teatro, pero fue en la novela en la cual se irguió como figura cumbre de nuestra literatura. Antes de culminar su maestría trabajó como maestro en las escuelas rurales del oeste, adquiriendo de primera mano los perfiles de los personajes y situaciones que conformarían las tramas de sus largos relatos.

            ¿Qué es una novela?

            Antes de celebrar nuestro idioma a través de la novela de Enrique Laguerre debemos saber de qué se trata exactamente este género. El sustantivo novela tiene varios usos. Cuando alguien asume emocionalmente alguna situación, se pone en riesgo de que alguien le diga: “No empieces con la novela”. Y es que el término literario se ha confundido los últimos años con los melodramas televisivos llamados telenovelas. Esta confusión ocurre por la definición misma de una novela: narración ficcional prolongada, generalmente en prosa, que posee varias tramas que se van trenzando a la acción principal hasta fusionarse. Por lo regular, son episódicas, igual que los culebrones televisivos.

            Desde la historia de la literatura, las novelas surgen propiamente como género definido en la lengua española en los siglos 16 y 17 con la publicación del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha por Miguel de Cervantes (1547-1616). Previo a este momento los géneros extensos atendían otros objetivos. Estos fueron, por ejemplo, las épicas y epopeyas, que eran versos narrativos sobre las hazañas de los héroes; los cantares de gesta, versión medieval de la historia de un héroe en verso; las historias de caballerías, narraciones sobre las aventuras de un caballero andante; historias de santos o hagiografías, composiciones de tipo biográfico que cuentan el nacimiento, desarrollo y vicisitudes de un santo, incluyendo los milagros. A partir del Renacimiento fue surgiendo un tipo de ficción extensa que se perfeccionó hasta convertirse en las novelas como las conocemos hoy.

            En la actualidad existen muchos tipos de novelas, algunos son: novela histórica, novela de terror, novela epistolar (cartas), novela de ciencia ficción, novela en forma de diario, hasta la más contemporánea, la novela gráfica, que tan hondo ha calado en la juventud. Con pocas excepciones, todas son segmentadas. Se dividen en capítulos, que pueden diferenciarse sólo por números o títulos, también se dividen en partes.

Enrique Laguerre expresó en su conferencia “Puerto Rico más allá de su historia visible” de 1984, cuando fue reconocido como Humanista del año por la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades, algunos apuntes sobre qué era una novela para él:

Se ha hablado de «novela abierta» y «novela cerrada», pero si se le compara con el mundo ancho de afuera, toda novela se desarrolla en un mundo cerrado. No puede ser de otro modo. Digamos, el novelista como el pintor busca «modelos» (personas vivas) para la creación de sus personajes… No creo que una novela deba escribirse pensando sólo en ideas despersonalizadas que vienen a rellenar personajes, si así puede decirse. Al contrario, es preferible que los efectos de esas ideas pongan a circular el drama ideológico en la sangre de los personajes. Si el autor no puede dejar de estar metido en el desarrollo de la novela, por lo menos deberá simular con gracia que se queda fuera para permitir a los personajes que actúen por su cuenta. No puede haber novela sin un caudal de invención -la novela no es crónica-, pero los acontecimientos deberán ser creíbles en el mundo en que se desarrollan.(FPH, 7-8)

Fíjense que a Laguerre le interesa resaltar que, aunque la novela toma de la sociedad todo lo que cuenta, esta no deja de ser una creación artística. Esta aclaración le es muy importante porque plasmó en sus relatos lo que observó en los campos cuando fue maestro, su contestación a las preguntas sobre qué y cómo somos, además de investigar profundamente para darle mayor credibilidad a su ficción, pero ficción al fin, no deja de ser una laboriosa creación.

Novela de la tierra

            En 1935 Enrique Laguerre publica su novela La Llamarada. Su maestro y mentor, Antonio S Pedreira, la reconoció como “hermana puertorriqueña de las tres grandes novelas americanas de la tierra: La vorágine, Don Segundo Sombra y Doña Bárbara” (Rivera 441). La primera surgió en 1928 y es del escritor colombiano, José Eustaquio Rivera (1888-1928), la segunda es del argentino Ricardo Guiraldes (1886-1927), publicada en 1926; la tercera es de Rómulo Gallegos (1884-1969), quien la dio a la luz en 1929. Como se observa, nuestro Laguerre con tan solo treinta años entró al parnaso de los grandes escritores atreviéndose a narrar y reflexionar sobre su país.

            La llamarada trata sobre Juan Antonio Borrás. Su padre es un cafetalero menor del centro del país. Una vez Borrás se gradúa de ingeniero agrícola comienza a trabajar para una Central azucarera de propiedad estadounidense. Del idilio enajenante por el campo descubre la cruda realidad del trabajador puertorriqueño explotado por la Central: hambre, miseria, engaños en los salarios, muertes prematuras. También descubre la capacidad de lucha de los trabajadores, sus ideales, fracasos y victorias. Como le toca batallar con las protestas. Juan Antonio intenta rebelarse contra las injusticias a los suyos, pero lucha con grandes contradicciones sentimentales e ideológicas. Un gran odio contra los trabajadores que protestan lo domina. Sin embargo, la muerte de uno de los jóvenes trabajadores que luchaba por justicia laboral da un vuelco a su vida. Rechaza la opresión de la Central. Decide renunciar e ir a atender el cafetal de su padre, quien ha fallecido.

            Nuestra querida ilustre, Concha Meléndez, investigadora de la literatura puertorriqueña, que también se inició con la Generación del 30 expresa sobre la novela: “ … el relato oscila entre la novela de intriga densa, siglo 19, que aún tiene modernizados representantes como Doña Bárbara, y la novela nueva, desarrollada en cuadros con el acento sobre el análisis psicológico de los personajes” (Rivera 441). Como podemos entrever, nuestro autor de Moca, supera el cuadro objetivo y se adentra en la lucha interna de sus personajes. Esto permite que la identificación con ellos incentive nuestra lectura.

            Un dato final de esta novela, que atañe a nuestra celebración del español, es que en el marco histórico-social y literario que refleja, también marca los diferentes usos del lenguaje en nuestro país para la década del treinta. Veamos un ejemplo:

Siño Pablo, el encargado del portón, vino a abrir. Hoy es un viejo doblado, blanquísimo, con una venda bajo el sombrero de cogollos,  lento al andar, prolongada a la tos, al parecer crónica.

-¿Cómo van esos achaques, Ño Pablo?

-De mal en pior, don Florencio.

            A simple vista se observan tres niveles de lenguaje: el narrativo, el coloquial de una persona con escolaridad y el coloquial de una persona que no ha asistido a la escuela. Los tres niveles están perfectamente usados y ubicados. La clave está en que se comprende el sentido, comunican.

            La aportación que hace Laguerre a nuestro idioma como parte de la Generación del 30 es que este se pone en función de ser espejo de nuestra realidad social en el marco de una ficción. Es por esto por lo que se puede utilizar en todos sus registros. Así refleja la personalidad de cada personaje a travesados por una voz narrativa que todo el mundo puede entender.

Tarea:

Te invitamos a que emplees tus conocimientos digitales y escribas una corta novela gráfica que refleje la actualidad puertorriqueña como hizo Laguerre en su tiempo, cuyos personajes utilicen diversas maneras de hablar. Puedes hacerlo en grupo. Esto aportará al conocimiento contemporáneo de nuestra sociedad, sus luchas y sus nuevas formas de usar el idioma.