Inés Mendoza, antes de ser primera dama fue feminista
Inés María Mendoza Rivera, quien nació en Naguabo un 10 de enero de 1908, fue una voz fuerte en los cambios sociales ocurridos en Puerto Rico a partir de la tercera década del siglo 20. Son valoradas sus aportaciones al idioma español, a la educación de la niñez, mejoras a la calidad de vida en la ruralía y al cuido de la naturaleza. Fue la primera en ocupar el puesto de primera dama en Fortaleza, a partir de 1948, cuando su esposo, Luis Muñoz Marín, se erigió como primer gobernador electo de Puerto Rico.
Sin embargo, mucho antes de esta etapa en su vida, Mendoza Rivera, fungió como persona capital en la construcción social de la fuerza femenina en nuestra historia. Su padre Juan Mendoza Cabrera fue uno de los tantos agricultores que sufrieron el embate de la primera ley orgánica impuesta por el régimen estadounidense. A partir de 1900 se creó la Ley Foraker que instauró la americanización de todas las instituciones, cooptando los deseos de progreso económico de los hacendados puertorriqueños. Muchos de estos habían apoyado la anexión bajo el Partido Federal Americano buscando el libre comercio con los EE UU. Lo que verdaderamente ocurrió fue la incentivación de centrales azucareras que mediante ley despojaron a los pequeños productores de la caña (colonos), quienes debían vender su fruto al capital extranjero si querían subsistir financieramente. Con maquinaria innovadora y costosa las centrales usaban la caña de nuestros colonos, la procesaban, se empacaba en los EE. UU., se distribuía y la ganancia quedaba fuera del país. Toda una estrategia que a la larga los dejó incluso sin sus tierras cultivables porque ante la carencia, los colonos se venían obligados en vender sus tierras, quedando sin nada.
Inés María vio a su padre sucumbir económicamente y radicalizarse a nivel político. Don Juan fue parte de la fundación del Partido Unión, organismo capitaneado por Luis Muñoz Rivera y Celso Barbosa, con el propósito de construir un Puerto Rico autónomo, que permitiera un posible crecimiento económico a las familias nativas y la preservación de nuestra cultura. A los ocho años de nacida murió el padre. Quedó el resto de su crianza en manos de dos fuerzas que en algún punto se fusionaron: su madre doña Jesusa, mujer sobria y estructurada de acuerdo con los parámetros de la religión católica; así cómo la convulsa situación política de Puerto Rico.
Camino al feminismo
Una vez aprendió a leer y a escribir, la niña Inés María se convierte en una especie de amanuense rural. Una amanuense es una persona que se dedica a redactar lo que otras personas le dicten o a pasar en limpio un escrito que se le comisione. Esto ocurrió porque dentro de las haciendas, por razones de productividad, el patrono buscaba que existieran relaciones filiales entre trabajadores y su familia. Se construye el concepto de la gran familia puertorriqueña en aras de tirar la zapata para la anhelada autonomía del sector cañero. De esta manera se aseguraban el apoyo del campesinado en las luchas de su sector.
Cuenta la historiadora Daisy Sánchez en su libro La que te llama vida que don Juan celebraba que su pequeña hija le leyera las cartas en voz alta a algún vecino. De hecho, los sábados la fila era larga, compuesta por personas que deseaban oír su correspondencia en voz de la niña Mendoza Rivera. Recuerda doña Inés: “Viejitos, novias jóvenes separadas, sin saber hasta cuándo duraría la ausencia. Yo les leía las cartas, repitiéndoles los párrafos en voz alta coma para ver si faltaba algo punto” (27).
Atravesó la próxima década leyendo, escribiendo y absorbiendo la vida naguabeña que de base decimonónica se desgajaba en un siglo 20 de cambios abruptos. En 1917 se impone una nueva ley orgánica, la Ley Jones. En general esta imponía la ciudadanía estadounidense a la población puertorriqueña; creó la rama ejecutiva, la rama judicial y la rama legislativa. Para esta última creó dos cámaras en la cual, mediante elecciones, participaban los puertorriqueños, pero no las mujeres. Sin embargo, las puertorriqueñas casadas con extranjeros ya no perderían la ciudadanía estadounidense. La legislatura también atendería los asuntos municipales, entre otras pequeñas modificaciones.
Los movimientos anticoloniales se fortalecían al interior de la población. Una composición literaria sobre la madre que había enviado al certamen de la logia masónica ganó premio. Aunque este aportó a su auto conciencia intelectual que reflejaría muchos años después como perspicaz activista, prefirió ocultarlo a su madre. Esta señalaba al movimiento masónico como ateos (29). Sin embargo, en su interior Inés no lo rechazó, al contrario, es de suponer que amplió su registro formativo. Para cuando entra a la universidad en la década del 20, ya era reconocida como maestra en los pueblos del Este. De redactar y leer cartas a las familias campesinas, jugó a enseñarles las destrezas básicas, cual maestra probada. De ahí su conocimiento de primera mano sobre la realidad puertorriqueña fuera de los centros urbanos. Entra a la Universidad de Puerto Rico de donde se gradúa de la Facultad de Pedagogía obteniendo el premio Carlota Matienzo a la excelencia académica.
Inés, feminista
La universidad le permitió el contacto con el Partido Nacionalista Puertorriqueño, Movimiento Libertador, el cual ya estaba dirigido por Pedro Albizu Campos con quien diferiría unos años después por motivo del sufragio femenino. El otro vínculo fundamental fue con Isabel Abreu, también maestra y feminista puertorriqueña fundacional, quien junto a Ana Roqué había fundado la Liga Femínea Puertorriqueña. La investigadora Lizzette Cabrera abunda sobre esta organización:
Esa organización tuvo como propósito abogar por el sufragio femenino en el país. Una de las primeras acciones que llevó a cabo fue presentar un documento oficial al Senado y a la Cámara de Representantes en el que solicitaba el derecho al voto para la mujer puertorriqueña. En 1921, la Liga Femínea cambió su nombre a Liga Social Sufragista e incluyó entre sus objetivos abogar por el derecho de las mujeres a ocupar escaños políticos. (EnciclopediaPR)
De la mano de Isabel Abreu entró al Comité Directivo de la Asociación Insular de Mujeres Votantes, hijo de la Liga Sufragista. Fue vocal de este comité. En 1929 las feministas alcanzaron el derecho al voto no sin antes levantarse una división crucial entre ellas. El sector de Ana Roqué e Isabel Andreu, Asociación Puertorriqueña de Mujeres Sufragistas (APMS), vinculada al sector unionista, al que pertenecía Inés Mendoza Rivera, proponía el voto por literacia, es decir, que sólo votaran las mujeres que sabían leer y escribir. El otro sector, conocido como la Liga Social Sufragista (LSS), vinculada al republicanismo, proponía el voto universal. Es así como en 1932 las mujeres puertorriqueñas participaron de las elecciones, el derecho al sufragio se había empezado a ganar. De hecho, ganaron escaños por el Partido Liberal Puertorriqueño Isabel Andreu y María Luisa Arcelay.
La posición de APMS a favor del voto por literacia no se sostenía necesariamente en una actitud de clase que menospreciaba a las mujeres pobres analfabetas como han sido atacadas en muchos estudios. Se buscaba que estas no fueran manipuladas por el liderato masculino de los partidos políticos. El plan era construir una campaña de alfabetización femenina por todo el país. Como base estaba una posición anticolonial.
Cuando la Coalición republicana-socialista ganó las elecciones buscó la aprobación del sufragio universal para las elecciones de 1936. Aquí es importante discernir el feminismo de Inés Mendoza. Como dijimos arriba fue militante del Partido Nacionalista, por lo tanto, para esta época procuraba junto a su promoción de mujeres la independencia de Puerto Rico. Por el contrario, la Coalición republicana-socialista era anexionista. Es por razones de estatus que el feminismo de Mendoza Rivera, Roqué, Abreu y otras buscaban primero alfabetizar a las mujeres, de tal forma, que no terminaran favoreciendo de forma indirecta la anexión a los EE UU. Para nuestra ilustre la falta de poder político creaba la debacle social.
La investigadora Daisy Sánchez provee una cita de Inés Mendoza que esclarece esta interseccionalidad del feminismo puertorriqueño:
Igual que el dirigente nacionalista, Inés María habló con ardor sobre la persecución de un país libre. Para ella, así adquirir el derecho al voto era algo “inevitable, por justo” y correspondía al movimiento femenino educar al país para alcanzar la independencia.
“A esto llamaría la evolución de la feminidad que traspone lo material y perpetúa el ideal por la necesidad de la penetración del ideal es que debemos sentirnos nacionalistas las mujeres puertorriqueñas junto que espero que la conciencia de nuestras hermanas se iluminará, que ellas lucharán abiertamente por la completa soberanía de Puerto Rico.” (37)
Como vemos, el feminismo de Inés Mendoza Rivera se inserta en la búsqueda de autonomía para Puerto Rico. Le movía que se tuviera la capacidad para gobernar y generar leyes propias que permitieran combatir la pobreza, mejorar la salud, la equidad de género, el acceso a los estudios, el fomento de las identidades y cultura puertorriqueña, así como el cuidado de los recursos naturales. Un enfrentamiento particular con respecto a la construcción del feminismo al que perteneció fue con el maestro Pedro Albizu Campos. El nacionalismo nativo siempre se opuso a la participación en los comicios electorales después de 1932, puesto que no garantizaban la derrota definitiva de la colonia.
Ante esto, Inés María Mendoza Rivera fortaleció su proyección pública contra el coloniaje mediante discursos, entrevistas, trabajo de base e, incluso, oponiéndose a la enseñanza en inglés en las escuelas públicas del país. Fue acusada de comunista y privada de trabajar como maestra a partir de 1938. Se había atrevido a declarar frente al Comité Hays (1937), que vino a Puerto Rico a investigar la violación de derechos durante los sucesos conocidos como la Masacre de Ponce, horror acaecido el 21 de marzo de 1937:
… enseñar al niño en una lengua extranjera le producen sufrimiento mental y daños reales este no es un asunto pedagógico, sino político. No existe ninguna autoridad conocida en pedagogía que pudiera defender el punto de vista de que enseñar es más efectivo si no se usa la lengua materna sino más bien una extranjera… bajo la colonia, la educación siempre será deficiente. (49, 51)
Si bien Inés continuó su derrotero político a través de una fórmula de estatus que fue abandonando la independencia como opción, su posición siguió siendo soberanista. Siguió reconociendo esa base política como posibilitadora de cambios sociales hasta el final de sus días.
“No quiero flores en mi entierro y quisiera la bandera de mi tierra sobre mi caja.” (Sánchez 221)