La diseñadora de vestuario de teatro y cine recibe a Autógrafo.TV en su taller en Río Piedras, un espacio donde la costura y las historias no se detienen.

Por: Rosalina Marrero-Rodríguez

Fotos y video: Vanessa Serra Díaz

Cuando Vilma Martínez Ramos entró al Departamento de Drama del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR) tenía su futuro profesional fijado en ser actriz. No contaba entonces con lo que se encontraría.

“Quería ser actriz, pero ¡tenía unas compañeritas!”, compartió riendo al recordar los talentos con los que se topó. “Cordelia González, Georgina Borri, ¿quién puede competir con eso?”, continuó.

Pero ella traía lo suyo. Mientras se criaba en Camuy, esta coqueta mujer de canosos cabellos y labios pintados de intenso rojo aprendió a coser con su madre y abuela.

“Vengo de un pueblo chiquito, donde la gente se hacía la ropa y había economía doméstica, y todas teníamos que pasar por ese proceso. Yo era de las más aventajadas en el área de costura, así que aprendí la base en economía doméstica y de ahí en adelante siempre hice mi ropa”, contó.

Llegada al Departamento de Drama en la Facultad de Humanidades, no titubeó cuando se le presentó la oportunidad de un primer trabajo en el área de vestuario.

“Ahí me encuentro con Gloria Sáez, la profesora de vestuario, y ella me estimuló a que continuara en esa área y como ya dije, había muy buenas actrices, pero no había gente que le quisiera meter mano al vestuario y a mí aquello me enamoró”, dijo con emoción. Vilma Martínez, como más se le conoce, habla de sus comienzos sentada en una banqueta en medio del taller de costura que estableció hace dos décadas frente a la plaza pública en el casco de Río Piedras. La estructura de dos niveles alberga incontables historias sobre cómo llegaron allí zapatos, prendas, sombreros, telas, abrigos, carteras, camisas de hombre, de mujer… Igualmente no acaban los cuentos que originan cada creación
de vestuario, desde el boceto hasta que toman forma en alguna de las máquinas de coser que ocupan gran parte del primer piso.

Una vez adentrada en el fascinante mundo del teatro y el cine aquel anhelo de ser actriz, se transformó.

“Yo me visto con más personajes de los que me hubiese vestido si hubiese sido actriz, así que para mí son como mis hijos”, manifestó. “Cuando entrego un vestuario medio lo sufro (ríe), pero es el mismo proceso de tener que estudiar, de hacer una investigación; es el mismo proceso que pasa un actor cuando va a preparar su personaje”.

La vestuarista es la responsable de más de una treintena de creaciones que evocan a figuras de la historia de Puerto Rico desde el físico de actores y actrices vigentes en la actividad escénica local. Vilma Martínez
diseñó los vestuarios de hombres y mujeres ilustres cuyo legado se exalta en los cuatro programas de la cuarta temporada de Autógrafo.TV.

“En el caso de Autógrafo son personajes verídicos y hay que ir a la fuente principal, que es la fotografía de estos personajes. Hay diferentes épocas y años en ese personaje y uno tiene que empezar a seleccionar qué es lo que es icónico, qué es lo que el público recuerda. Cuando se habla, por
ejemplo, de Ramón Power y Giralt a uno lo que le llega es la imagen de él con su uniforme. No le viene a la memoria cuando era pequeñito y tenía otro tipo de vestuario, o sea que uno tiene que buscar lo que es icónico”.

Entre la diversidad de trabajos para el teatro y el cine, todavía recuerda la pieza “Mariana o el alba”, de René Marqués, como una que la obligó a llevar su talento al máximo, pues tuvo que ganarse la confianza de un productor que no la había escogido para realizar el trabajo.

“Ese proyecto lo iba a hacer Gloria Sáez. Gloria enfermó y me recomendó para hacerlo, y el productor era (Manuel) Maito Fernández, no me conocía. Pero Gloria definitivamente no lo podía hacer y entonces me encontré con una situación bien difícil con un productor que tenía un (alto) calibre; el diseñador de escenografía era (Antonio) Martorell y el director era Pablo Cabrera, o sea que estaba en grandes ligas full”, relató.

“Fue intimidante y bien retante, porque uno tiene que ir al máximo. Era un tema histórico que había que coger las cosas con mucho cuidado. Una obra de René Marqués que te dice los detalles hasta que era azul pavo y que no sea ese azul eléctrico que anda por ahí, y que el traje de ella tiene que ser dorado con una ristra de botones de arriba a abajo, o sea que te da tanto detalle el autor que uno tiene que estar pendiente para no cometer un error”, añadió.

Para esta mujer líder en su industria, el diseño de vestuario no goza del reconocimiento absoluto dentro de cada proyecto artístico, aún cuando es un elemento importantísimo en la ejecución de un personaje.

“Una puesta en escena sin escenografía o sin voz, simplemente pantomina, no está completa en el actor si no tiene el vestuario adecuado. Si tiene el vestuario erróneo, desvirtúa el personaje, y no solamente desvirtúa el personaje para la perspectiva del público, sino que el actor no se jaya. El actor necesita sentirse en el personaje y el vestuario es fundamental, y hay mucha gente que no lo reconoce así. Algunas veces se ve como un accesorio dentro del teatro y no como uno de los factores principales para esa puesta en escena y lo que representa preparar un vestuario, que no es simplemente un dibujito bonito sobre el papel, sino que hay un estudio que hacer de personaje, del autor, del contexto
histórico, del color que debería llevar cada personaje”, expuso.

Vilma Martínez lamenta que el oficio de costura se esté perdiendo, en gran medida por la desvalorización de la clientela a este tipo de trabajo que se originó de forma artesanal. “Ya la gente que trabaja en esto se ha dado cuenta de que no podemos estar con los precios que daban las costureras de los pueblos, que estaban todo el día trabajando por una miseria”.

En Vilma Martínez Atelier y Ropajes el taller no se detiene. Mientras organiza los elementos que complementarán un nuevo trabajo artístico, finiquita los trámites para lograr la compra del edificio que ha hecho suyo. Desde allí, específicamente en el segundo nivel, proyecta levantar un teatro. La escenografía ya está lista: cientos de piezas de vestuario y accesorios, cada una con historias por contar.

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