El cierre de un año nos invita a celebrarlo de diversas formas. Varias alternativas se nos presentan y siempre escogemos la que mejor se acople a nuestro sentir. Nos proponemos que el próximo año sea mejor mediante resoluciones; nos proponemos dejar atrás todo lo difícil y abrirnos a lo nuevo como mejor. Nuestros ilustres lo celebraban de diversas formas. Sin embargo, te aseguramos que todos se proponían aportar más a nuestra sociedad desde sus vidas y acciones particulares. ¿De dónde heredaron y heredamos esa costumbre?

Origen de las resoluciones

            La tradición de programarse para el año que pronto comenzará ha sido establecida por la antropología como transmitida desde los tiempos de los imperios babilónico y romano. Según la World History Encyclopedia el festival más importante de Babilonia era el Akitu (2900-2334 a.C.).Durante doce días se celebraba el triunfo de su divinidad principal llamada Marduk sobre Tiamat, que era la divinidad de lo caótico. Se celebra la victoria, los regalos recibidos de los dioses y el establecimiento del orden y la armonía al cierre del año. De esta manera llegaría el nuevo año en paz. En la Antigua Roma sus pobladores entregaban al dios Jano los propósitos cumplidos en el año a punto de acabar. Ante esto el dios les prometía ayudarles para sus propósitos en el próximo año (canalcapital/bogota/historia-los-propositos-ano-nuevo). Con las subsiguientes invasiones al interior del continente europeo y luego el americano, estas tradiciones llegaron a nuestras costas transformadas y porosas a seguir creciendo en el nuevo suelo.

            De diversas maneras Puerto Rico asume en sus raíces culturales el cambio de un año a otro. La alegría, la esperanza ante un nuevo porvenir y el respeto se mezclan entre los diferentes ritos que se realizan. Uno muy particular es la quema de muñecos. Como se recordará el fuego es el resultado de una combustión, transforma hasta las cenizas lo que está quemando, genera gases, a veces más claros otras más grisáceos, y produce luz a través de sus llamas. Es un elemento que simboliza nuestro deseo de olvidar el pasado y mirar al futuro con actitud positiva.

Ritos para despedir el año quemando un muñeco

            Llama nuestra atención que en el barrio La Cantera de Ponce se despide el año viejo con un velorio. Desde finales de noviembre se coloca en un ataúd abierto un muñeco tamaño humano de un anciano con traje negro y pava de jíbaro. Está expuesto para que todo el que pase por la calle lo pueda ver. Representa todo lo malo que ha ocurrido durante el año que termina. Justo a la media noche del último día de diciembre se quema este símbolo, que busca fomentar la esperanza para el nuevo año (puertoricogram).

            Lo anterior remite a una tradición caribeña y latinoamericana más amplia. Como ejemplo, te comentamos que en Cuba las familias preparan un muñeco gigante que colocan erguido. Este va vestido de trapos y su rostro refleja alguna situación difícil que vivieron durante el año, como por ejemplo sucedió con la pandemia del Covid (DirectorioNoticias). A lo lejos, el gobierno celebra con fuegos artificiales la fecha significativa para su estatus político, mientras las comunidades queman lo malo con este símbolo, a la par se prepara la cena con suculentos platos típicos y bebidas refrescantes.

En Jamaica se celebra en diciembre el Jonkonnu, una serie de danzas ejecutadas con máscaras por las calles y el primer día del año se recibe con un vaso lleno de jabones en el lado externo de la puerta de la casa. Otras celebraciones similares se realizan tanto en varias de las Antillas, como en algunos países del continente africano, de donde es oriundo el Jonkonnu. La forma que tome el contenido pauta cómo será el año que recién empieza (LaSexta.Com).

            En Argentina, sobre todo en la ciudad de La Plata, se queman momos. Estos son fantoches o títeres gigantes que gozan de algún movimiento de brazos y piernas. Los barrios los fabrican y queman el 31 de diciembre. Muchos constituyen un homenaje a alguna personalidad nacional, como los jugadores de fútbol, campeones mundiales; en vez de quemar lo malo, se celebra lo bueno que ha ocurrido (eltelegrafo.com.ec). Por otro lado, Ecuador es el país que va a la cabeza de Latinoamérica en cuanto a la quema y la despedida de año. Desde la triste época colonial, se celebra una fiesta que se prolonga por varios días, esta se realiza cargada de humor, diversos actos, picardía y bailes; la misma antecede a la gran incineración de lo negativo el último día de diciembre. Un muñeco gigantesco, un gran monigote, acompañado de “las viudas”, interpretadas por hombres vestidos de estas que lo lloran, se pasea por las calles hasta llegar al lugar destinado como hoguera. Unos minutos antes de las 12:00pm se lee un testamento muy gracioso, mientras las viudas gimen de dolor. Entonces se quema lo malo y se hereda todo lo bueno (turismo.gob.ec/la-quema-del-ano-viejo-en-ecuador).

            Cuando revisamos los autógrafos de nuestros ilustres, poco se sabe de sus ritos para la nochevieja. No hemos descubierto si la quema de año viejo era parte de sus hábitos. Sin embargo, sí descubrimos que tenían otras costumbres muy puertorriqueñas para cerrar el año.

Nuestros ilustres y la Noche Vieja

Ritual del agua

Todos los 31 de diciembre, la exalcaldesa de San Juan, Mujer de Las Américas, Felisa Rincón de Gautier (1897-1994) practicaba algo que aprendió de las costumbres aprehendidas de su gente sanjuanera. Se zambullía de espaldas en la playa, allí mismo en la capital, donde rigió los destinos de la ciudad por veintidós años, desde 1946 hasta 1968. La mayoría de los adultos recuerdan las fotos de su ritual publicadas en los periódicos durante la primera semana de enero.

Ritual de la escritura

Miguel Ángel García Méndez (1902-19980), máximo líder del movimiento estadista, conocido como el Pitirre de Puerto Rico, por su excelsa capacidad para la oratoria, usó el género carta para reflexionar y comunicarse con familiares y allegados durante la Navidad, incluyendo la Nochevieja. Un estilo poético perfila cada una de las misivas. El género carta fue el más utilizado en nuestro país durante el siglo XIX hasta las postrimerías del XX.

Acorde con la visión de que la escritura puede rehacer a un ser humano y salvarlo, un joven Eugenio María de Hostos escribió el 31 de diciembre de 1869, acabado de llegar a New York desde París para valientemente dedicarse a la concreción de sus ideales:

¡Último día del año!… Ser niño de corazón, adolescente de fantasía, joven de sentimiento, … ser armonía viviente de todas nuestras facultades, razón, sentimiento y voluntad, movidos por conciencia; ser capaz de todos los heroísmos y de todos los sacrificios… eso es lo que llamo yo ser hombre completo, eso es lo que practico. (Diario II)

            Como se observa Hostos despedía el año haciendo uso del segundo género literario más arraigado en nuestra población durante el siglo XIX: el diario. Este permitía reconstruirse mediante la escritura. Así que su uso como rito de nochevieja gozó de amplio arraigo.

La escritura se transforma en ritual de sanidad para el cambio de un año a otro mediante la poesía. Lola Rodríguez (1943-1924) compuso dos poemas sobre el año nuevo. Es en el primero, titulado “Año Nuevo”, el cual aparece en su libro Mi libro de Cuba, donde hace referencia al poder particular del año saliente para tranquilizarnos. Dice “entre el año que comienza y salga el año que acaba dejándonos sus memorias al llevarse nuestras ansias…”

El verso, al igual que las cartas y los diarios, permitían a nuestros ilustres respirar profundo, organizar sus pensamientos y calmar sus espíritus.

Una nochevieja festiva

El año viejo siempre fue una fiesta para Pablo Casals (1976-1973), puesto que nació un 29 de diciembre en El Vendrell, Barcelona. Hijo adoptivo nuestro, por su madre, Pilar Defilló, catalana de Puerto Rico y porque pasó la última etapa de su vida en nuestro pentagrama musical, sabemos que a su cumpleaños añadía año tras año diferentes celebraciones para cerrar la nochevieja. Al revisar la cronología de su vida, que puedes observar en su museo en El Vendrell, el cierre de 1894 sorprende a Pablo Casals realizando su primera gira artística por España. El chelista catalán iba por las provincias junto al tenor Damián Roura, el pianista Saturnino Fresno y el violinista Julio Francés. En 1899 culmina su año debutando internacionalmente bajo la batuta del reconocido director francés Charles Lamoureux en el Teatro de la República de París.

En diciembre de 1906 crea el trío Cortot-Thibaud-Casals, con el cual se estrena en Lille (Francia) generando fama de inmediato. Termina su 1951 con el nombramiento de “Maestrante de la Orden de Liberación de España” por el Gobierno Español Republicano al exilio. Y en diciembre de 1955 visita por vez primera la casa de su madre, Pilar Defilló, en Mayagüez, Puerto Rico. Un cierre de año que abrió su última etapa musical trabajando en nuestro país.

Otros ritos celebratorios se escapan a las biografías. Pero con la información que tenemos de nuestros ilustres podemos imaginar que estarían haciendo cada 31 de diciembre.

¿Cómo crees que celebrarían la última noche del año el resto de nuestros ilustres?

A la luz de sus autógrafos, imaginamos que Ramón Power (1775-1813), marinero, primer diputado puertorriqueño a las Cortes de Cádiz, celebró muchas nocheviejas en ultramar, a bordo de sus goletas; José Campeche (1751-1809) recibía el nuevo año cantando en el coro de la iglesia San José y revisando sus cuadros, así como Francisco Oller lo recibía sumergido en su afición de cantar ópera, mientras pintaba apasionadamente.

Mariana Bracetti (1825-1903) y Ramón Emeterio Betances (1827-1898), líderes indiscutibles del Grito de Lares, pasarían la última noche del año organizando el próximo paso para la independencia de Puerto Rico. El médico y senador José Celso Barbosa (1857-1921), figura clave del anexionismo, el poeta y político Luis Muñoz Rivera (1859-1916) y el poeta y periodista Manuel Fernández Juncos (1846-1928), gestores del autonomismo insular, estarían zanjando temporeramente sus diferencias políticas en algún café hasta la madrugada.

Mientras, el pintor Ramón Frade (1875-1954), forjador del realismo académico, cerraría la noche pintando la campiña cayeyana. La efervescencia de la noche agudizaría su deseo de representar la triste realidad puertorriqueña de forma objetiva hasta legar un arte transformador.

Con toda probabilidad Juan Morell Campos (1857-1896), padre de la danza puertorriqueña, celebraba el cierre del año con su orquesta de veintidós músicos en algún pueblo del Sur. Braulio Dueño Colón (1854-1934), compositor del más importante repertorio infantil, terminaría a medianoche la musicalización del algún poema de Virgilio Dávila (1869-1943). Antonio Paoli (1871-1946), el tenor de tenores estaría cantando con su hermana Amalia en su recién iniciada academia de música.

Los empresarios Carlos M. Benítez, iniciador de la aseguradora National, Ana G. Méndez creadora del famoso sistema universitario que lleva su nombre, Rafael Carrión, fundador del Banco Popular y Ángel Ramos, desarrollador de las Empresas El Mundo, luego de regalarle una gran fiesta navideña a sus empleados, buscarían la intimidad familiar para recargar energías que transmitirían el próximo año a su gente. Sus empresas puertorriqueñas se distinguieron por el trato cercano a clientes y empleados.

Imaginamos a la literata y abogada, Nilita Vientós Gastón, bailar la nochevieja con los invitados a su casa-biblioteca, entre los cuales, seguro se encontrarían, el escritor José Luis González, el rector de la Universidad de Puerto Rico, don Jaime Benítez, el fotógrafo y compositor Jack Delano junto a su esposa, la fotógrafa Irene Delano, y la investigadora Concha Meléndez. Jesús T. Piñero, primer gobernador puertorriqueño, la pasaría diciendo trabalenguas con sus hijos y Bernardo Vega, líder de los tabacaleros, conversando hasta la mañana del primer día del año siguiente con otros boricuas en Nueva York.

Luis Lloréns Torres, Julia de Burgos y Luis Palés Matos estarían en algún café-bar declamando sus poemas. Los actores José Ferrer y Juano Hernández leyendo en voz alta algún trozo de una obra shakesperiana a sus allegados.

En el seno de su hogar Sixto Escobar pensaría en las proezas de su coetánea Rebekah Colberg y esta sonreiría pensando que Sixto hizo también felices a las familias puertorriqueñas en la década del 30, como lo hizo ella con sus medallas deportivas. Hiram Bithorn recordaría a su país desde Chicago, sonreiría feliz.

Y para cerrar, en alguna fiesta de la farándula nacional de mediados de siglo veinte compartirían copas y bromas Rafael Hernández, Myrta Silva y Sylvia Rexach. Piano, boleros, amores y puertorriqueñidad colmarían el ambiente de paz hasta la amanezca.

Escoge tu rito de fin de año según lo hicieron nuestros ilustres. Recibe lo nuevo con deseos de transformarte y transformar a nuestro país como lo hicieron ellos. ¡Felicidades!

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