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Juano Hernández, un actor autodidacta que sobrevivió gracias a la educación

Un famoso actor autodidacta dijo en 1957 al reconocido periodista puertorriqueño Mario Prévidi: ¨Aquí hay muchos muchachos que tienen una gran habilidad interpretativa. Talento natural. Pero para triunfar en Hollywood hay que estar preparado. No es fácil. Allá hay mucha competencia…

Ese actor se llamó Juano Hernández y no sólo es el primer puertorriqueño que triunfó en la meca del cine estadounidense sino que gracias a él fueron abiertas las puertas a los actores negros norteamericanos. Así lo constató en la entrega de Oscares de 2001 Sidney Poitier, el actor negro norteamericano que más reconocimientos ha recibido, cuando tanto Halle Berry, Denzel Washington y él fueron galardonados con el premio máximo de la academia.

Llama la atención que Juano Hernández insistiera en la preparación para triunfar si apenas pudo recibir una educación formal. Detrás de su insistencia deseaba derrotar la creencia que el triunfo artístico depende de un golpe de suerte. Su historia revela que sus logros son producto del tesón, la diversificación de tareas y el continuo estudio que a la par de su talento lo mantuvieron empleado todo el tiempo.  

Juano nació en Puerto Rico el 19 de julio de 19001. A los pocos años quedó huérfano de madre y su padre, que era marino mercante, lo llevó a Río de Janeiro, Brasil, a vivir con un familiar. Nuestro actor nunca pudo recordar bien cómo aprendió a leer y a escribir sin haber asistido a la escuela, sólo recordaba que desde los 7 años se vio viviendo solito en las calles donde se desarrolló como acróbata, bailarín y saltimbanqui. Una pareja de gitanos lo reclutó para su circo que viajaba por todo el país y por las islas caribeñas. Allí afinó sus destrezas físicas a las cuales añadió tocar instrumentos, cantar con una potente voz de barítono y caracterizar personajes. A su vez se ganaba la vida como ¨cowboy¨ de rodeos y boxeador bajo el nombre de ¨Kid Curley¨. Llama la atención que ganaba algunas monedas por leer semanalmente en portugués la biblia a dos payasos. Un primer escalón artístico que refleja un equilibrio en el cultivo y uso del cuerpo y la voz, herramientas imprescindibles para un actor.

A los 16 años llegó a Nueva Orleans en Luisiana, Estados Unidos. Se percató inmediatamente que si quería triunfar como artista debía hablar inglés a la perfección derrotando el racismo de personas blancas contra personas negras y la xenofobia de éste último grupo contra un negro extranjero como él. Eran los años 20, la era del jazz, la era del renacimiento negro, aspecto que favoreció a Juano y él aprovechó al máximo. Comenzó a cantar en el coro de una iglesia protestante, compuesto por artistas negros destacándose por sus cualidades vocales. Con este coro se puso en contacto con el Sur de los Estados Unidos, experiencia que aprovecharía unos años después. Mientras tanto aprendió la lengua anglosajona de la mano de la literatura americana y la inglesa. Trabajó día y noche en su meta hasta lograr una dicción impecable que le permitió trabajar en la radio. Este medio es uno donde el actor o la actriz sólo depende de su voz, dicción y matices, no hay nada más que lo proteja. Es así como Juano debutó en 1933 en el programa radial dramático John Henry: Black River Giant, de tema y elenco afroamericanos. No sólo protagonizó la serie donde precisamente se requería un acento sureño particular de ese país, -acento que ya había estudiado mientras viajaba con el coro protestante-, sino que co-escribió los libretos, compuso la música y dirigió artísticamente. Sólo un autodidacta disciplinado puede hablar, escribir y concebir en un idioma ajeno hasta hacerlo propio.

Durante la época de oro de la radio en Estados Unidos, Juano Hernández hizo de este medio su principal entrada económica. Los retos los combatía con su extraordinario talento pero con el hábito diario de estudiar la lengua de tal forma que nadie que escuchaba su voz podía precisar su origen o su raza. Uno de sus ejercicios preferido era memorizar los personajes de Shakespeare, escritos en el inglés del siglo 16. Es así como trabajó de 1935 a 1954 en Jungle Jim, de 1940 a 1942 en Mandrake the Magician y perteneció al elenco fijo del programa The March of Time, una revista noticiosa que recreaba eventos de la actualidad. Para que tengan una idea de cómo llegó a ser un actor polifacético, Juano interpretó en este programa radial al rey de Etiopía Halie Selassie, al mandatario italiano Benito Mussolini, al emperador japonés Hiroshito y al presidente de Checoslovaquia Eduard Benes. Así también trabajó variedad de roles como en la serie de historia y cultura The Cavalcade of America en los años 40 y en el programa religioso y cívico The Eternal Light donde vocalizó personajes de la literatura y folklore judíos.

Durante la época de la guerra, Juano Hernández se percata que podía también trabajar en español. Así que con la misma disciplina recuperó su idioma materno y trabajó en radio, ahora para el Departamento de Estado. Desde 1927 actuó, bailó y cantó en producciones teatrales de Broadway. Algunos de sus éxitos son Show Boat (con la que viajó a París y Londres), The Patriots, Swinging the Dreams, Sweet Rivers, Black Birds y Let my people free entre otras. Nunca paró de trabajar en diferentes disciplinas del arte y las comunicaciones hasta que en 1948 la Metro Goldwyn Mayer, ya con 50 años, lo contrata para protagonizar Intruder in the Dust adaptación al cine de la novela del gran novelista William Faulkner. Interpretó a Lucas Beauchamp, un negro acusado de asesinar a un blanco, en un pueblo del Sur de Estados Unidos, repleto de prejuicios y violencia contra las personas negras. Juano interpretó con pasión, entendimiento y aguda técnica actoral el personaje ganándose a la crítica especializada, la felicitación del mismo Faulkner y el reconocimiento de la industria. Recibió nominación como actor revelación por los Golden Globe y como actor principal por el Ney York Critics Circle. Fue premiado por la United British Award del British Academy y por el diario New York Times en 1949. Este trabajo le valió trabajar en otras películas de calibre, tales como, The Reivers, Ransom, The Pawnbroker y They call me Mr Tibbs.

No obstante a triunfar en la radio, el teatro y el cine norteamericano, Juano prefirió retomar el contacto con su país de origen, Puerto Rico. Aquí añadió otra disciplina a su cadena laboral: ser profesor de dicción inglesa y maestro de actuación. Desconocido para los puertorriqueños, la Legislatura le otorga un reconocimiento para iniciar las honras que merecía, además la Universidad de Puerto Rico le otorga un doctorado Honoris Causa y creó una cátedra para él. Así también mantuvo por un año su propia Academia de Artes Teatrales, donde enfatizaba en el análisis exhaustivo del personaje. Ambos tareas proyectaban el secreto de su triunfo, el estudio insaciable de todos los detalles necesarios para caracterizar y el desarrollo al máximo de los instrumentos para lograr la caracterización.

Aunque se mantuvo viajando para filmar películas en Estados Unidos continuó residiendo en Puerto Rico hasta su muerte en 1970. Aquí además de ser el lugar donde nació, obtenía lo que necesita todo autodidacta para asimilar sus inquietudes educativas al máximo y poder seguir actuando con excelencia. Como él mismo afirmó al periodista Mario Prévidi en 1957: ¨Prefiero la vida tranquila y sencilla de Puerto Rico, a la vida inquieta y ficticia que normalmente se vive en la meca del cine¨ Sólo un actor serio podría expresarse así, ese fue nuestro Juano Hernández.

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Juano Hernández, primer actor puertorriqueño que triunfó en Broadway y Hollywood, abrió camino para que José Ferrer, Raúl Juliá, Rita Moreno y Chita Rivera pudieran trabajar y triunfar en Estados Unidos. ¿Sabes que por ser pobre y huérfano nunca pudo entrar a una escuela o a la universidad? Sin embargo, este actor debe su triunfo a ser un estudioso persistente.