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Entre todos los amores, el amor a la lectura. Concha Meléndez

En este mes, llamado el mes del amor, mucho se enfatiza en las parejas. Esto lo vemos en todas las páginas que visitamos en las redes sociales, en los comercios, en la escuela y en nuestras comunidades. Chocolates, flores, postales y grandes lazos copan los diseños gráficos de cada lugar. Dentro de esa multitud de anuncios publicitarios se añaden otras campañas en torno al tema: “Date amor con una mascota”, “Dale amor a un niño”, “Dale tu amor al bosque”, “Ama al santuario”. Causas sociales que extienden el significado del amor a combatir el exceso de perros y gatos sin hogar, promover la adopción, proteger la naturaleza y el ambiente, entre las muchas necesidades para que nuestras ciudades y pueblos gocen de una sana subsistencia.

            Uno de los amores que cada vez gana más adeptos entre la juventud, que no goza de mucha publicidad, es el amor a la lectura. Desde hace más de una década existe la plataforma de lectura social llamada Wattpad. Aquí los usuarios publican sus textos y leen de otros. Se han creado íconos de la escritura que gozan de una amplia fanaticada en dicha plataforma. Las ventas juveniles sobrepasan los 70 millones. Así que sí, la juventud lee y lee mucho. Varias de las plataformas de lectura social son: 24symbols, Bookish, TheCopia, Good Reads, Anobii y Leoteca.

            Este fenómeno de leer apasionadamente en la red tiene como predecesora una promoción de hombres y mujeres que no desistieron de su empeño en fomentar la lectura, el análisis y la crítica literaria como escalones imprescindibles para construir un país. Además de ser profesionales en las diversas ramas de la literatura, sea como reseñistas críticos, correctores de nuevos libros, prologuistas e investigadores, dedicaron la mayor parte de sus vidas a fomentar esta disciplina desde la docencia. Junto a ello promulgaron la creación de revistas literarias y secciones culturales en los periódicos para poder divulgar ampliamente la sobria gestión que realizaban en virtud de un Puerto Rico letrado y crítico, que a la par estuviera en diálogo constante con el resto del mundo. Sus publicaciones se pueden encontrar en revistas, antologías, lexicones o diccionarios especializados en literatura del mundo entero.

Concha Meléndez
Concha Meléndez tiene el laurel dorado de ser nuestra ancestra literaria que trazó los caminos para que la juventud puertorriqueña extendiera su curiosidad lectora a otros países con énfasis en Iberoamérica. Por iniciativa propia fortaleció sus estudios oficiales con constantes viajes que ella subvencionaba. Estos eran motivados por el deseo de conocer más autoras y autores, leer sus libros y, luego, desarrollar ensayos investigativos, cuyas publicaciones divulgaran la obra de estos autores no tan conocidos. Esto era así porque se amaba a sí misma, se encontraba en cada lectura, en cada reseña que hacía de la escritura de otros. Ese amor la movía a llegar a más, a ser pionera en la historia de los estudios hispánicos en América.

Había nacido en Caguas el 21 de enero de 1895. Entre siete hermanas, era la menor. Nuestro autógrafo sobre ella, el cual puedes ver en https://autografo.tv/concha-melendez/, detalla que toda su escuela la realizó en su natal Caguas. Luego pasa a formarse como educadora normalista, a través de un proyecto innovador que se había iniciado en 1919, en el que el Colegio Normal de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras crea una unidad con la Escuela Modelo y la Escuela Superior de la Universidad (Carmen Gómez Tejera, “El colegio de pedagogía de la Universidad de Puerto Rico”). En 1922 Concha Meléndez obtuvo su certificación como educadora del Colegio Normal de la UPR. Esta unidad académica le permitió vincularse a la universidad pública. Laura Rivera Díaz y Melissa Figueroa en la construcción de la bibliografía de nuestra autora para la Revista de Estudios Hispánicos Vol. XXX, Núm 1, 2003, afirman que comenzó a dar clases en la institución desde 1921, antes de terminar su preparación en pedagogía.

El gran afecto por la lectura la convierte de inmediato, siendo tan joven, en investigadora de Amado Nervo, poeta mexicano de estilo modernista. Estudio que revela el espíritu arriesgado de nuestra ilustre, pues era un movimiento literario contemporáneo, no había décadas de investigaciones previas que pudieran iluminarla. Para 1921 escribió un ensayo sobre este escritor que en un futuro inmediato la catapultó, 1926, como figura emergente de la crítica literaria hispanoamericana. Para que tengan una idea del impulso emotivo que la movía, la joven Conchita envía su ensayo al Instituto de las Españas en Nueva York, donde el reconocido literato de Salamanca, Federico de Onís, lo acepta para publicación, convirtiéndose en su primer libro. No sólo eso, ya era profesora del Departamento Normal de la UPR cuando esta institución, por sus méritos, la envió a realizar una maestría en la Escuela de Filosofía y Lenguas Romances de la Universidad de Columbia en Nueva York, junto al también insigne literato, Antonio S Pedreira. ¿Quién fue su mentor en investigación literaria? El mismo Federico de Onís. Es innegable que la pasión amorosa por la lectura le estaba abriendo las puertas más influyentes del momento.

Al regresar de su maestría en 1926, con su primer libro publicado, su noble corazón literario manifiesta otro alcance. Funda junto a Pedreira el reconocido Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, convirtiéndose en su profesora más destacada. Ya había cursado en Madrid un verano en 1924. Allá pudo familiarizarse aún más con el mundo de las letras. Para cuando se funda el nuevo departamento universitario, este se nutrió de lo más granado del profesorado español, hispanoamericano y, por supuesto, puertorriqueño. Mientras enseñaba, Concha, seguía tomando cursos con estos catedráticos ampliando su sensibilidad lectora (Daisy Caraballo, “Concha Meléndez, ensayista”, 1).

Es en esta misma década que su monumental sentimiento por la lectura la impulsa a completar un grado doctoral. Algo muy raro en su época y mucho más para una mujer. Su inicio como investigadora con un poeta mexicano la llevó a estudiar en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Allá dobló sus capacidades lectoras estudiando el innovador tema de la novela indianista hispanoamericana, para la cual escribió su tesis. En 1931 obtiene su doctorado con amplio despliegue en la prensa. El periódico El Universal de México, en su edición de 12 de junio de 1932, la expone como la primera mujer en recibir dicho grado académico (Caraballo 2-3).

Al regresar a su país y a la cátedra universitaria se posiciona como mujer vanguardista y crea la cátedra de literatura hispanoamericana. Sobre este hito ella misma reveló:

Por un acto de intuición y por la semilla de americanidad que todo hispanoamericano lleva en la conciencia; por un impulso que entonces no sabía comprender en su verdadero sentido, hoy empecé a estudiar y a enseñar en la Universidad de Puerto Rico la literatura hispanoamericana. Nadie había enseñado antes esa materia allí; fue necesario que la aprendiera sola en mis libros. ( Caraballo 3, sacado de Ciudad abierta a los tiempos, p. 11)

            Una palabra resaltamos de la cita anterior: “impulso”. Esta evidencia que más allá de contemplaciones científicas, es el sentimiento amoroso por la lectura de los libros y ensayos de su Puerto Rico y toda Hispanoamérica lo que la lanzó a satisfacer meritoriamente ese vacío en los estudios universitarios. Su intuición artística la convirtió en proyecto educativo estructurado para la juventud universitaria que aún hoy rinde frutos.

Otro detalle de la cita es que ella expresa que su gesta no tenía precedente. Como podrás imaginar, los países de América en su proceso de emancipación de España fueron creando un sedimento cultural propio que dependió de voces pioneras como la de la profesora Meléndez. Su innovador curso se sostuvo de las lecturas, investigaciones y entrevistas que había hecho por voluntad propia, por amor a sí misma, hasta ese momento. De hecho, los escritores de las generaciones del 30 y el 40 movieron su mirada a Latinoamérica gracias a este resorte creado por nuestra ensayista. Junto al curso general de literatura hispanoamericana, Concha Meléndez pudo ofrecer cursos monográficos sobre los movimientos literarios, países y autores específicos, tales como literatura mexicana, literatura venezolana, el cuento hispanoamericano, el ensayo en Hispanoamérica, la poesía hispanoamericana, Rubén Darío, José Martí, Sor Juana Inés de la Cruz.

            Desde su accionar laborioso fue propulsando una reforma universitaria y un cambio de mentalidad en el país. Tanto el nacionalismo como la hispanofilia fueron trastocados por su enseñanza, publicaciones y conferencias. Enrique Laguerre, el laureado novelista puertorriqueño, testimonia que su tarea fue callada, enmarcada en el sacrificio personal: “Trabajó al calor de la enseñanza, con profundo amor, de espaldas a los privilegios personales (Enrique Laguerre, según citado por Daisy Caraballo).

Pero la joven Concha Meléndez no se detenía ante ningún obstáculo. Sabía que, para conocer la literatura de los países iberoamericanos, eso que tanto amaba, incluyendo a su Caribe, debía estudiar de cerca su entorno, a sus escritores, comprar sus libros y compartirlos en su país. Socializó con ternura y compromiso todos sus materiales conseguidos con tesón.

Entonces comprendí que no bastaba leer; necesitaba ver nuestros países; respirar en su aire, contemplar su naturaleza, hablar con sus gentes, estudiar en manantiales directos lo que de lejos me invitaba con irresistible fascinación. Con la intrepidez juvenil que no reconoce dificultades, hice el propósito de viajar y estudiar en la escuela misma que anticipaban mis visiones imaginarias, para volver a Puerto Rico y enseñar a mis discípulos con más verdad y eficacia. (Ciudad abierta a los tiempos, p. 11, según citado por Daisy Caraballo, 5)

            La energía creativa por la literatura la posicionan a partir de la década del 30 en referente del ensayo iberoamericano. Como hija de esa década participa de las búsquedas de identidades nacionales con proyecto para decidir el futuro político a través del ensayo. Su nombre se coloca al lado de grandes escritores como Jorge Mañach y Juan Marinello de Cuba, Victoria Ocampo de Argentina, José Carlos Mariátegui de Perú, Mariano Picón-Salas de Venezuela, Arturo Torres Rioseco de Chile, Daniel Cossío Villegas de México entre otros, así como entre los puertorriqueños Antonio S. Pedreira, Tomás Blanco y Emilio S. Belaval, además de Margot Arce y Nilita Vientós Gastón. Su aportación a estos debates fue crucial, pues expandió la óptica nacional al colectivo de países latinoamericanos y antillanos.

¿Cómo impacto a la juventud de su época?

            Las nuevas promociones de cuentistas, poetas y narradores también recibieron el rocío de su perspectiva investigativa. Como dijimos arriba, su fomento de la literatura hispanoamericana los llevó a crear diálogos con poéticas del continente americano, mirar al Sur, al Caribe y a la también literatura estadounidense.

Conocía de su responsabilidad ante esta nueva fase de la escritura creativa puertorriqueña, así que decidió leerlos y prologarles sus libros. Tamaña gesta que implicaba horas y horas de lecturas y redacción. En sus ensayos y artículos desarrolló investigaciones sobre estas nuevas tendencias y modalidades entre los jóvenes escritores convirtiéndose en escudo y mayor promotora.

¿Cómo se vincula Concha Meléndez a las plataformas de lectura social actual?

            La contestación es sencilla, así como en la actualidad la juventud lee y publica sus escritos en estas plataformas, de tal forma que se crea un entramado entre toda la juventud de países distintos, Concha publicaba sin cesar en revistas literarias locales e internacionales. La Revista Bimestre Cubana, Revista Bolívar de Colombia, Revista Iberoamericana de México, Revista Diplomática de Argentina, Repertorio Americano de Costa Rica, Revista Tres de Perú, Hispania de California y Temas de Nueva York-EE. UU., Cultura de El Salvador, así como lasnacionales Asomante, Alma Latina, Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Revista de Estudios Hispánicos, Revista La Torre. Además de un sin número de periódicos en todo el Caribe y el continente americano.

            Cuando muchos adultos desde la ignorancia insisten en que la juventud no lee, saltan que el amor trasciende fronteras y generaciones. Que en nuestra herencia cultural tenemos el amor de Concha Meléndez por los libros, un amor que la perfilaba y vitalizaba. Sí, el amor, en esta ocasión el amor por la lectura, que lleva a la investigación y a la escritura. Esa herencia invisible ha trascendido contra viento y marea gracias a sus estudiantes que a su vez enseñaron a otros y estos a otros. Un magisterio que día a día inculca la lectura en sus salones de clase, dando por resultado que nuestra juventud está cada vez más sumergida en las plataformas de lectura social. ¡Gracias, Concha!