Eugenio María de Hostos y la comedia como espejo
¿Sabías que Eugenio María de Hostos era un férreo crítico de la escuela? Y lo hizo de varias formas. Una de las más llamativas fue el uso de la comedia teatral. Hostos cualificaba al teatro como un espejo que nos reconstruye. En su ensayo “De teatro” dice: “Medio verdad es que el teatro no corrige, pero es medio mentira sostener que no puede corregir”.
Como muestra nuestro autógrafo sobre Hostos (https://autografo.tv/eugenio-maria-de-hostos/) este nació el 11 de enero de 1839 en Mayagüez, Puerto Rico. Estudió de niño en su país y luego cursó estudios mayores en Madrid, España. Decidió dedicar su vida a alcanzar la abolición de la esclavitud, la educación de la mujer y la liberación de las Antillas. Mucho se estudian sus escritos de filosofía, pedagogía, sociología y ética, pero muy poco se habla de sus escritos en que el teatro es la herramienta ideal para reconstruir la sociedad junto con la escuela. Y del teatro privilegió la comedia.
Decirlo todo con humor…
Hostos hizo su crítica a la enseñanza autoritaria desde sus años en la República Dominicana donde pudo fundar una propuesta pedagógica llamada Escuela Normal. Muchos ilustres estudiaron en este programa, uno de ellos fue nuestro pintor Ramón Frade. Encontró oposición a su proyecto renovador, pero no se amilanó hasta lograrlo. Una de las herramientas que usó para apoyar su meta fue la risa. Esta funge como espejo pues permite de manera simpática ver nuestros defectos y corregirnos.
Trae como modelos a seguir la comedia japonesa o la comedia infantil educacional de China. Su obra teatral ¿Quién preside? combina lo grotesco, el humor y el teatro comprometido con la educación. Esta estrenó el 8 de septiembre de 1888 por sus hijos Eugenio, Luisa Amelia y los amiguitos Salvador y Argentina. Trata del choque entre los maestros del sistema educativo opresivo y una maestra del nuevo sistema de enseñanza conocido como Escuela Normal.
Los personajes son el maestro Cebolla, el maestro Ciruelo y la maestra Pimienta. Constantemente sostienen garatas sin ponerse de acuerdo porque los egos no lo permiten. Inicia con un cues-tionamiento del maestro Cebolla a la maestra Pimienta porque cree que ella va a apoyar los métodos de enseñanza más liberadores. Ataques y mofas constituyen la forma de hablar de Cebolla, a lo que Pimienta responde de manera explosiva. Llega el maestro Ciruelo y la conversación se torna sarcástica e irónica. El punto clave para la discusión es la nueva maestra: Flor del Bosque. Esta llega a la escuela representando nuevas formas de enseñar. Pimienta se convence que ese debe ser el camino para seguir, una pedagogía que propone a la mujer como modelo social importante. Flor del Bosque los confronta y Cebolla y Ciruelo quedan descubiertos como farsantes.
Como vez, Eugenio María de Hostos trae su propuesta educativa para República Dominicana, llamada la Escuela Normal, de una manera jocosa y dirigida a la niñez y sus familiares. Dirá: “El normalismo enseña a trabajar, a enseñar, a encaminar la voluntad al bien, a dominar la adversidad y a cumplir con su deber…” (Forjando el porvenir americano, Tomo I, 202), pero, sobre todo, enseña a repensar la educación común, es la primera necesidad social con capacidad organizativa.
Sus personajes son frutas, vegetales o flores (Cebolla, Ciruelo, Pimienta, Flor del Bosque). Provoca un teatro basado en el juego usando máscaras y vestuarios representativos de cada personaje. Así la obra se acerca a la alegría del carnaval. El gesto y el uso particular de la voz estimula expresiones de las fiestas antillanas, un teatro de herencia popular. De hecho, una fiesta fue parte de las razones de su estreno pues se presentó por primera vez el 8 de septiembre de 1888 con motivo del restablecimiento de salud de Bayoán Lautaro (1885-1960), tercer hijo de Belinda de Ayala (1862-1917) y Hostos.
Una comedia sugestiva
Los nombres de los personajes se convierten en indicaciones del autor. Estas indicaciones se llaman en teatro acotaciones. Iluminan sobre cómo debe montarse la obra. Un nombre encierra una información que el autor quiere ofrecer, por lo tanto, también le consideramos una acotación. La forma redonda de una cebolla marca la caracterización física y el maquillaje de su personaje, así como la sustancia lacrimógena que emite delinea su personalidad. Su hablar debe ser a tono con sus múltiples capas: hipócrita, irónico, falso.
El color negro marca el vestuario y maquillaje de la Pimienta, que habla rápido y punzante. Su carácter es explosivo. Es capaz de transformarse. El maestro Ciruelo posee vestimenta roja o violeta con un cuerpo desgarbado y desproporcionado de hablar engolado. Busca parecer dominicano al hablar porque no lo es. Las ciruelas no son nativas. Provoca caracterizarlo como persona mayor, arrugado y ajado, pues pertenece a la vieja escuela de enseñanza.
Si se interpreta la obra siguiendo lo que sugiere el nombre de cada personaje se podrá lograr que los múltiples matices de la garata entre los personajes, que constituyen la trama, emerjan como obra de arte atractiva que nos retrata cuando discutimos por el sólo hecho de discutir sin la intención de resolver el conflicto. Es una pieza simpatiquísima que refleja como espejo cómico los choques en las visiones educativas y cómo pueden superarse.
Un detalle importante sobre el uso de máscaras en esta obra es que delinea al pueblo afrocaribeño capaz de ver más allá de modelos culturales impuestos. Esto lo sugiere al colocar lentes a la Maestra Pimienta, escéptica al sistema educativo autoritario, que logró ver más allá, superarse y defender la educación liberadora. Sus compañeros representan a otros sectores más conservadores. Van sin espejuelos. Llevan máscara sobre máscara porque son hipócritas haciéndose pasar por intelectuales cuando no lo son. Quieren aparentar ser europeos cuando son caribeños. Nuestro Caribe estaba en época de Hostos, y actualmente también, compuesto por una diversidad étnica y sectorial, que proponía soluciones diversas para el futuro de nuestras Antillas.
Al respecto de la máscara, la investigadora Rosalina Perales en su libro Teatro infantil de Eugenio María de Hostos. Los vuelos de la imaginación cotidiana abunda
¿Quién preside? es una obra de máscara infantil escrita para los adultos, en la que se plantea un juego de referencialidad. El destinatario aparente y a quien corresponde el primer nivel de significación, mediante la fábula, son los niños; el destinatario real, a quién va dirigido el segundo nivel semántico, son los adultos, relacionados con la educación o interesados en el tema. (9-10)
El poder social del teatro
Reducir la obra al mero debate de ideas educativas refleja incomprensión del teatro hostosiano. En su artículo “El horizonte de Santo Domingo”, fechado por Hostos el 12 de agosto de 1882 en San Cristóbal, nuestro educador por excelencia dice:
Después de la escuela, primera asociación, se indaga qué partido saca de la asociación general la buena gente del pueblo; si se divierte, y cómo; si hay teatro, si funciona, si las personas respetables se dignan o no a contribuir a los éxitos teatrales, si hay sociedades de recreo, de estudio, de fomento y de progreso, qué piensan, qué intentan, qué dicen, qué hacen. (281)
Es que para Hostos el teatro es el organizador social ideal, luego de la iglesia y la escuela. Esta última incluye la experiencia de ver y hacer teatro. Pero va más allá. Su plan es uno muy completo. Cuestiona que haya que construir nuevos edificios. Propone que en las casas se utilice el cuarto donde juegan las niñas y los niños como teatro para representar piezas basadas en ellos, su cotidiano y sus preguntas. Otra vez el humor es lo más importante para llevar el mensaje. El hacer la obra, el arte representativo, les permitirá entender asuntos como la salud, la nación, la llegada de un nuevo bebé, entre otros temas.
Teatro para construir país
Es así como el mayagüezano formula en República Dominicana un espacio escénico útil para expresiones teatrales menos formales y más populares, en relación abierta con el público. Los espacios ornamentales o domésticos crearán un teatro natural a estos. Les llamó teatros nenerías. Sus representaciones parten de las costumbres, celebraciones y situaciones cotidianas de la gente sencilla y pobre.
En ese mismo ensayo “De teatro nacional”, luego de proponer el espacio escénico como uno doméstico, resuelve el decorado de las obras, es decir la escenografía, y los objetos que se necesiten, conocidos como utilería, poniendo como ejemplo también al teatro asiático. Dice:
Los coreanos, japoneses e indochinos de Siam, Anam, Birmam, no necesitan fábricas especiales para sus escenarios. Y la prueba de que, con un pedazo de lienzo para el telón; unos pedazos de papel pintado para las decoraciones, una bañera para presentar el mar, un gong para representar incendios, alarmas, pobladas, guerras y cualquier artificio del momento para simbolizar cualquiera tendencia humana; con eso les basta para inspirar asombro y, a veces, admiración efectiva a los admiradores. (131-132)
Es decir, las obras, las actuaciones y el decorado surgen de las mismas casas de los niños.
Para el teatro nacional convoca a que imitemos la comedia asiática con respecto el rescate de los edificios ya existentes para el arte. En su ensayo “De teatro nacional” escrito también en 1888 dice:
En el principio de la escena en China, los cómicos no construían edificios especiales para sus representaciones teatrales: hoy mismo, como en un principio, con un zaguán de casa vieja o con un pórtico del templo o de pagoda les basta para representar escenas ejemplares de la vida cotidiana y de alguna de las 48 provincias del imperio o de la vida histórica de la sociedad más digna de estudio y reflexión que la historia ha conocido. (131)
Al igual que su propuesta para mejorar la escuela, su planteamiento para el teatro nacional lo hace enfrentándose a las autoridades académicas y gubernamentales. Todo lo sostenía con propiedad a base de sus estudios y de su experiencia. Porque Hostos era padre y probó con sus hijos el teatro doméstico o nenería en su casa que quedaba en el sector La Cumbre. Él mismo escribió cinco piezas para que la ejecutaran los niños, pero que contenían mensaje para sus familiares. Dice en su ensayo “De teatro”
Pero la que fue una tentativa de teatro nacional en toda forma, fue la de la Nenería de la Cumbre: fue una tentativa candorosa de niños grandes en favor de nichos chicos: cosa de niños para niños. Allí se dieron La Enfermita, El Naranjo, El Cumpleaños, Quién preside, y otras comedias infantiles de «un ingenio de esta corte», según cantaban o rezaban o pregonaban los carteles en que, desde Lope a Calderón, antaño se anunciaban en Madrid las representaciones de comedias nuevas. Sólo que como las representaciones de los mejorados del teatro español se daban en «corrales” de la Corte, en tanto que la «La Enfermita», «Quién preside» y sus compañeras se daban en la Neneria de la Cumbre, de éstas no sabe nadie, y de aquéllas sabe todo el mundo.
¿Qué harás tú?
Como leíste, Eugenio María de Hostos fue sagaz y trajo sus críticas para mejorar la escuela a través del teatro ingenioso y simpático. Empezó desde su propia familia y lo extendió a todo el país. Es importante establecer que todo el mundo puede hacer lo mismo. No sólo escribir el texto sobre preocupaciones y soluciones a estas con intención genuina, sino que incluso se puede proponer toda una teoría sobre cómo hacer teatro en cualquier circunstancia, como lo hizo Hostos. Las nenerías, los frentes de las casas, hasta los bohíos propuso como lugares idóneos para el arte teatral. Los objetos que nos pertenecen pueden ser resignificados y remodelados para la representación, lo mismo con la ropa, esta puede convertirse en vestuario.
La necesidad de superar problemas y crisis sociales abre la puerta a que el arte sea compañero eficaz en la tarea. Es cuestión de empezar.